martes, 19 de noviembre de 2013

No. No llores. No te permito que llores. Levanta la cabeza, así. Bien. Respira. No merece la pena, sea lo que sea, este mes no merece una preciosa lágrima tuya más. Porque sabes de sobra que  sólo sirve para ponerte los ojos feos, que el corazón no te lo va a curar. No eches a pelear a la tristeza con la rabia, porque serás el daño colateral; y  la razón no entiende de Derecho Internacional, sólo sabe de guerra. Y ya sabes eso de que en el amor y en la guerra todo vale. Que sí, que es una basura y que dos no se pelean si uno no quiere es otra basura. Pero aquí, en mis brazos, todo te va a sonar distinto. Ven.


Bum... bum... bum....


¿Ves?

Todos los corazones suenan,
unos caminan,
otros corren,
pero todos vibran y bailan.

También tropiezan, porque avanzan.
También se detienen, porque se abruman.
Y saltan al precipicio porque saben
que del pecho no van a salir.

He asistido a muchos juicios;
una silla y al rededor cientos de espejos
rotos.
Todos me señalan y gritan
que no sé vivir.
Yo siempre me acerco al reflejo roto,
y, deformada, le acuso de parecerse a alguien
que conocí antes de morir por primera vez.
Y aparecen cien sonrisas
doscientas lágrimas,
y trescientas condenas
y todas a seguir viviendo.

Me siento entre paréntesis,
dejo la vida golpeando fuera un instante,
y veo que peor castigo que el insomnio,
es dejar de soñar despierta.
La estocada me devuelve a unos labios
que no quiero besar,
pestañeo y me devuelve a unos brazos
que no consuelan,
pestañeo y me devuelve un disparo en el pecho.

Y ahora aun con el pecho abierto
el corazón no quiere huir.

No sabes el daño que le has hecho a la muerte, vida mía.

1 comentario: