Comerte las nubes de azúcar y aprender del peligro de las tormentas.
Disfrutar de las palabras que lleva el viento y curiosear en las
estrellas mientras duermen, para descubrir así que deseos suele pedir la
gente. Guiñarle un ojo a una gaviota y gritarle que tú también quieres
comerte el maldito mundo.
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